Fidel –como Martí- confió en la unidad para sostener tamaña obra. Foto: granma.cu

La Habana, Cuba.- De hombres imprescindibles, de esos que luchan toda la vida, habló el poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht. Son los que marcan una época, por su dimensión política y humana. Fidel es uno de ellos.

De su natal Birán, en el oriente cubano, partió para prepararse como abogado; pero, muy adentro, tenía la certeza de que su misión como defensor de causas justas no estaría reducida a un despacho. Y pertrechado con las ideas martianas se consagró en cuerpo y alma a un servicio supremo: dignificar a Cuba.

La causa revolucionaria lo llevó a organizar el asalto al cuartel Moncada, que sacudió la conciencia popular. Alistó la expedición del yate Granma, dirigió la guerra que hundió a la dictadura y condujo a un pueblo por el camino –aún más difícil- de una Revolución verdadera y socialista.

Fidel –como Martí- confió en la unidad para sostener tamaña obra, que sigue construyéndose, ahora con dinámica renovada.

Comandante histórico

Muy duras pruebas ha resistido la Revolución Cubana, asediada y hostigada por la mayor potencia imperialista. Muchos vaticinaron que sucumbiría cuando al bloqueo implacable se unió la desaparición de la Unión Soviética y países socialistas de Europa del Este.

El golpe fue brutal para la economía, pero Cuba se sostuvo por la confianza del pueblo en su Revolución y en el liderazgo de Fidel. Con el Comandante que es historia seguimos en la brega, porque quedan muchas metas por cumplir, como reordenar la economía para hacerla eficiente.

Fidel, sembrador de conciencia, que ha enriquecido la teoría y la práctica revolucionarias, confía en las virtudes y energías de su pueblo para que nuestras conquistas no puedan ser jamás escamoteadas. En un mundo donde resuenan los tambores de guerra, Fidel enseña a defender la solidaridad y la paz. En su ideario nos hemos forjado, y Cuba se hace respetar.