Fotos: PL/ Archivo

Quizás la primera referencia que tuvimos los cubanos sobre Vietnam se deba a Martí.

En el último número de La Edad de Oro, en octubre de 1889, El Apóstol escribe Un paseo por la tierra de los anamitas, redactado presumiblemente a partir de la prensa francesa que circulaba en Nueva York.

Martí no se limita a hacer un relato exótico de un lejano y desconocido paraje, sino que muestra la esencia de una nación pacífica pero dispuesta a todo por defender su soberanía.

Pueblo a pueblo se ha estado defendiendo un siglo entero del francés, huyéndole unas veces, otras cayéndole encima con todo el empuje de los caballos, y despedazándole el ejército, señalaba Martí sin saber que aquella gesta era apenas la antesala de otra en la que los cubanos estaríamos muy cerca, de la mano de la vocación internacionalista de Fidel.

En tierra liberada

Fidel llegó a Vietnam el 12 de septiembre del 73 y apenas dos días después cruzó el paralelo 17.

Esa línea imaginaria partía por la cintura al país, ocupado en el Sur por un gobierno títere respaldo por un contingente militar estadounidense que llegó a tener más de medio de millón de hombres.

En la recién liberada Quang Tri, el líder cubano vivió los efectos de la agresión norteamericana, cuando su caravana tuvo que recoger a 3 niños heridos por una vieja granada abandonada en un arrozal.

Fidel entendió rápido el ejemplo que daba Vietnam, enfrentado con éxito a la potencia más poderosa del mundo, tal y como había hecho con los franceses en una lucha que despertó la admiración de Martí.

La visita de Fidel cerró un arco histórico que unió para siempre a los dos pueblos a través del Apóstol y del Comandante en Jefe.