Cientos de millones de toneladas de polvo parten de los desiertos de África, cruzan el Océano Atlántico y llegan hasta América del Norte, el Caribe y Sudamérica, donde impactan desde la salud hasta la fertilidad del suelo.

El polvo sahariano va desde la costa noreste de África hasta el Caribe a través de unos 6 000 kilómetros, explicó Santiago Gassó, geofísico argentino e investigador de la NASA, quien se especializa en el uso de satélites para detectar polvo.

Expresó el especialista que cuando hay polvo en suspensión en el océano, parte de la energía solar no llega a la superficie, y por lo tanto hay una temperatura menor, el océano no se calienta tanto y por tanto la formación de los huracanes es más difícil.

Gassó aclaró que el polvo cruza el Atlántico cada año, en un proceso que se correlaciona con el ciclo del agua, es decir, el ciclo de lluvias y evaporación que ocurre en el Sahara.