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Ciertamente la izquierda y los movimientos sociales brasileños tienen una enorme tarea este cercano 28 de octubre, y es la de evitar que el gigante sudamericano retroceda en su vida política a los cánones de las viejas dictaduras militares.

Esa es la percepción de analistas locales y extranjeros frente al balotaje que se debe realizar ese domingo 28 entre el candidato de ultraderecha Jair Bolsonaro y el izquierdista Fernando Haddad, los dos aspirantes a la presidencia más votados en la primera vuelta realizada a inicios de mes.

Y si bien Bolsonaro logró más de 40 por ciento de las boletas, no pocos aseguran que fue un resultado marcado por la apuesta de la derecha nacional de intentar colocarlo al frente del gobierno de una vez y no tener que enfrentar la ya programada segunda ronda comicial.

De lo que puede venir

Jair Bolsonaro, que está rehuyendo todo enfrentamiento público con Fernando Haddad, ha capitalizado a la ultraderecha a partir de un discurso plagado de censuras a la libertad ciudadana, y de magnificar las campañas de descrédito contra la izquierda que han llevado a cabo los poderosos medios locales de comunicación con claro apoyo y orientación externas.

No se esconde tampoco para loar a los dictadores militares que asesinaron y torturaron a miles de brasileños décadas atrás, ni silencia que su plan económico apunta a la entrega del país a los grandes intereses foráneos y a seguir anulando los programas sociales, si aún se puede más luego de las leyes antipopulares de los actuales golpistas. De hecho su gran ejemplo personal es Donald Trump, según dijo a los medios de prensa.