Treinta y dos equipos en disputa por el Trofeo del Mundial de Fútbol 2018

La Habana, Cuba. – No es una exageración decir que desde hoy el planeta adquiere un ritmo diferente.

No es que la velocidad de rotación de la Tierra disminuya, ni que sea más lento su movimiento alrededor del Sol, sino que en muchas partes del mundo la vida casi se detiene y se enlaza a la cadencia del Mundial de Fútbol, un torneo que recoge esperanzas y decepciones de millones de personas.

Claro que hay más desencantos que ilusiones, pues solo 32 selecciones se disputan en Rusia la Copa del Mundo patrocinada por la FIFA, una entidad cuya membresía de 211 afiliados supera la cantidad de miembros de Naciones Unidas.

Pero el fútbol hace mucho tiempo que pasó a ser un negocio portador de una contradicción intrínseca, porque, como señala el filósofo británico Sáimon Kraichley, tiene una esencia colectiva que convive con una sobredimensión capitalista.

Millonario negocio

Más allá del aspecto deportivo, que sin duda se mantiene, el fútbol es una industria que tiene a sus grandes aliados en la televisión y el mercadeo, mueve más de 500 mil millones de dólares al año… y ni se diga cuando llega el Mundial.

El alcance de esa disciplina desbordó con largueza lo deportivo para ser un fenómeno que cabalga entre lo social y lo político, además de dar lugar a especiales rasgos culturales que dependen de dónde se juegue, porque a los hinchas los iguala la pasión, pero los diferencia el grosor de la cartera.

Los aficionados son los que en última instancia pagan derechos de transmisión, patrocinio, mercadeo, entradas y todo tipo de publicidad.

La industria del fútbol es el ejemplo más claro del aprovechamiento de una globalización, que hace que desde hoy el mundo esté pendiente de un balón.