Acostumbrémonos, béisbol y polémica son naturalezas semejantes. Ambos evolucionan a la par y se convierten en fértil escritura de parte de nuestra realidad. La última de esa feliz querella, tiene su campo de batalla en tierras canadienses, donde un equipo cubano, interviene en la Liga Independiente Can-Am.

En la Isla, la pelota, aunque algo maltrecha, por las razones que todos conocemos, es teatro. Cada intérprete, ya sea atleta, manager o directivo, está irremediablemente en el ojo del huracán de la opinión pública, a pesar de que todos, desde sus parcelas intentan cumplir con la credencial que se la ha asignado.

La incursión de buena parte de lo mejor que poseemos en la actualidad, en el circuito norteño invita a una seria reflexión. Es cierto que Canadá no es asiento de las mejores ligas de mundo. Sin embargo su cercanía geográfica con los Estados Unidos, asiento del mejor béisbol del mundo, le ofrece a nuestra tímida selección, en materia de resultados, la opción de confrontar atletas que a pesar de navegar entre el desarrollo y el descarte de circuitos superiores, dominan los fundamentos de juego y la profesionalidad; elementos que parecen desterrados del arsenal de la mayoría de intérpretes de la Serie Nacional.

Es real que la dramaturgia beisbolera cubana es diferente a la de otros países. En ello intervienen diversos elementos entre los que prevalecen, el económico, social y cultural. Cuba se siente orgullosa de sus cepas autóctonas, donde la pelota se ha enraizado. Tamaña envergadura y resultados históricos a cualquier nivel, obligan a que sus destinos sean tratados con sobrada seriedad, para evitar su erosión en materia de talento y espectáculo.

Apremios y desafíos

A pesar de ciertas y habituales controversias, no debe dudarse que las máximas autoridades beisboleras de la Isla buscan alternativas, que promulguen desarrollo y eviten la merma de competitividad.

Su visión, imperfecta como toda obra humana, necesita de constantes bríos, ideas e interacción con las masas y prensa especializada. Solo así, el béisbol nacional podrá salir airoso de los desafíos que le retan actualmente y de los que lo hostigarán en los próximos años.

En el futuro será emocionante ver chocar opiniones opuestas, poderosas, incandescentes y en plena madurez. Esa colisión largamente esperada y necesaria para continuar evolucionando como sociedad, permitirá que la pelota cubana se moldee a la semejanza que desee.

El objetivo es volverla inexpugnable de intereses turbios y lacerantes. Su misión inevitable, recultivarse constantemente entre la calma y la tormenta, para que las chispas del éxito vuelvan a iluminar nuestra realidad.

Su razón de ser, dejar un eco perpetuo en la belleza de sus necesarios conflictos. Trances que robustecerán los pilares de un fenómeno sociocultural, que felizmente será por siempre patrimonio de la nación.