Si  éramos en otros tiempos casi unos desconocidos y cada cual se enclaustraba en burbuja de egoísmo, son diferentes las cosas al cabo de medio siglo.

Les pongo un ejemplo: Felo -que era tan sólo un vecino- hoy, más que “el que vive enfrente”, es, además, “un amigo”.

Y Fela, que amigos somos desde que juntos crecimos, ya es parte de mi familia porque hemos forjado vínculos más amables que la sangre, más fuertes que el apellido…

Son las gentes de mi barrio, de mi cuadra, mi edificio; la gente que siente suyo todo lo que siento mío; esos con los que departo; los que juntos compartimos guardia, donación, caldosa y trabajo productivo.

Y la cola en la bodega, y el Granma en el estanquillo, y el turno en el consultorio, y el pollo de dieta vino.

Y el vino, si sale amargo… ¡hay que mejorarlo, chico!

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