¡Dormir, dormir y dormir! ¡Tal vez soñar! –anhelaba el Hamlet de William Shakespeare, príncipe de Dinamarca.¡Cuán agradable sería poder dormir la mañana, o acostarse muy temprano como los médicos mandan!

Pero la casa de Hamlet virtualmente está rodeada por vecinos que no duermen porque tampoco trabajan, y son adictos perpetuos del reguetón y la salsa, de la timba y de la rumba, del merengue y la bachata, de instrumentos que resuenan donde la música falta, y voces que desafinan de cantantes que no cantan.

Desde que el día amanece hasta que renace el alba, la bulla de las bocinas llega hasta la madrugada. Y Hamlet dormir no puede aunque cierre las ventanas, aunque se ponga tapones, aunque se hunda en la almohada.Tendrá que esperar a un día ser o no ser en la nada.