Cuando en el menú criollo se adicionaron las pizzas, 1, 60 era el precio fijado en las pizzerías. Pero un día aparecieron sagaces cuentapropistas y le inflaron el valor a la pizza en pocos días.

Así empezó la carrera de la pizza cuesta arriba, no por mejor calidad ni por ser competitiva, sino por ver quién más cara entre todos la vendía: al fin y al cabo, la gente por hambre se la comía.

Los añadidos que antaño la hicieron más atractiva, de la noche a la mañana se volvieron plusvalía: cebolla, ají, jamonada, algo más de queso, piña, son los llamados “agregos” que el bolsillo desvalijan.

Yo, preocupado, pregunto: Abuela, ¿qué pasaría si traen la pizza de afuera como ahora traen la harina, y viene ya elaborada de Nápoles o de China?

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