Mujer de convicciones propias y conducta consecuente, unido a una gran belleza e incisiva personalidad, Manuela Sáenz Aizpuro, la hermosa criolla nacida en Quito, Ecuador, el 27 de diciembre de 1797, es uno de los personajes históricos femeninos más tergiversados.

Criada en la hacienda materna, en contacto con la naturaleza, su niñez indignada se negaba a entender la vida de los negros esclavos, a cuyos barracones acudía a escondidas para llevarles algo de alegría.

Casada muy joven con un médico inglés, mucho mayor y al que tuvo el valor de confesarle su amor por Bolívar, Manuelita unió su destino al del héroe legendario y fue para él no sólo la amante apasionada, sino su más osada compañera de lucha.

La Generala

La vida de Manuela Sáenz es la de una mujer valiente y trasgresora, irreverente y desprejuiciada. Una dama de espíritu rebelde que decidió acompañar al Libertador en la lucha y combatir ella misma.

Considerada uno de los personajes más interesantes de las guerras de independencia de América del Sur y una de las más destacadas y avanzadas defensoras de los derechos femeninos en Sudamérica, Manuelita resaltaba por su rebeldía y enérgico carácter, lo que la condenó a la calumnia y a la furia de los mediocres.

Su principal delito era el de proyectarse más allá de su tiempo. Enfermera en Pichincha, combatiente en Junín, la amada de Bolívar estuvo presente también en Ayacucho, y los soldados, respetuosos, la llamaban La Generala.

Incluso, frustró un intento contra la vida de Bolívar y hasta impidió un motín anti bolivariano.

Libertadora del Libertador

Manuela Sáenz y Simón Bolívar se conocieron en Lima, Perú, durante un baile en honor del Libertador. La atracción fue mutua.

La mujer que reinara en los salones por su belleza e inteligencia, sostuvo a Bolívar durante sus años de duro bregar. Con entereza le salvó en dos ocasiones la vida, lo que motivó que él le dijera agradecido: “Eres la Libertadora del Libertador”.

A partir del ocaso bolivariano, Manuelita fue desterrada a Paita, Perú, donde pobre y abandonada pasó los años finales de su existencia. Enfermo, Bolívar escribió lo que habría de ser su última carta a su amada. “Tu amor da una vida que está expirando”, le expresó.

Ella le sobrevivió 26 años. Falleció de difteria en Paita, Perú, etapa final de su peregrinaje de exiliada. Corría el mes de noviembre de 1856.