“Citius altius fortius: más rápido, más alto, más fuerte» (Pierre de Coubertin)

¡Benditos Juegos Olímpicos que colocan la gloria al alcance de las manos; que recuerdan que el esfuerzo si da frutos; que demuestran que la vida no es justa y que cuatro años de espera se pierden en un mal movimiento; que convierten sueños en realidad y que siempre, inevitablemente, regalan a la historia más de una escena increíble para guardar!

A medida que uno crece –no sé por qué, o tal vez es una percepción particular- el tiempo entre unos juegos y otros pasa más rápido. Cuando terminan, queda un vacío, que parece no va a llenarse. Más tarde, llega el clásico lamento: hasta dentro de cuatro años. Y luego, cuando ya no se piensa mucho en ellos, se empieza a escuchar en los medios de difusión la cuenta regresiva.

Uno, sin darse cuenta, hace el recorrido con la llama olímpica. Cuando esta inicia su camino, las emociones se comienzan a sentir; pero en ese momento todavía no las reconocemos como tal. Sin embargo, mientras el fuego se acerca a su destino el cuerpo emite señales de alerta: el momento se acerca.

Finalmente, el día de inauguración, el cuerpo estalla. Si la ceremonia es espectacular, como casi siempre, la emoción es mayor. Si prende la llama un atleta conocido, mucho mejor. Pero hay un instante que no se opaca con nada, que a casi todo el mundo le arranca una sonrisa y a los más sentimentales les moja la vista: ver transitar a la delegación de tu país.

Este año Mijaín López fue el abanderado de la Isla. Dos oros olímpicos -2008 y 2012- y tres campeonatos mundiales son aval más que suficientes para recibir el honor, pero en este gladiador hay más que trofeos. Su impresionante fuerza física no esconde la humildad que lo caracteriza.

Verlo desfilar al frente de todos nuestros representantes sosteniendo la bandera bien alto y con una sola mano, como si no pesara, es una imagen para guardar porque nos representa como país. (…) Todo el mundo se pregunta quienes somos y a donde vamos, con los pies sobre la tierra aquí soñamos, aquí seguimos, aquí estamos (…)

A partir de ahí, Cuba no tardo en retener suspiros e invocar a los dioses de todo tipo para que acompañaran a los muchachos.

Flashasos

Manrique Larduet. Foto: Ricardo López Hevia / Granma

El primero que detuvo el aliento del país fue el gimnasta Manrique Larduet. Cuando cayó en el caballo de salto no fueron pocos quienes se llevaron las manos a la cabeza, dieron un golpe, maldijeron o dejaron escapar algunas de esas palabras que “atentan contra las buenas costumbres y la moral de nuestra honorable sociedad”. Sin embargo, el trabajo de Larduet tuvo frutos. El santiaguero clasificó a la final del All around y de las barras paralelas y fijas.

De azul, Dayaris Mestre. Foto: cubadebate.cu

Las primeras lágrimas fueron para el judo. Dayaris Mestre había hecho una competencia espectacular y tendría en frente a la campeona olímpica de Londres 2012 Sarah Menesez, quien además, contaba con el apoyo de su público. La cubana salió sin miedos y tuvo su recompensa con una merecida victoria. Cuba entera celebró con ella y también lloró con ella cuando perdió dos veces en los combates por una medalla.

La otra gran sorpresa la dieron los muchachos en el voleibol. Nunca pensé que podría formar una oración con las palabras derrota y dignidad, pero así es como lo siento: perdieron ante Rusia con una dignidad extraordinaria. Esa actuación mereció, sin duda alguna, el aplauso de un país, que los miró escépticos y luego vibró con ellos.

Lázaro Álvarez Foto: Roberto Morejón Rodríguez/AIN

El boxeo, donde se siembran las mayores esperanzas, ya comenzó, y los púgiles antillanos abrieron con una buena pegada que ojalá se mantenga. Otros de nuestros representantes ya hicieron lo mejor que pudieron y eso también cuenta, al menos para los que creemos en ellos.

La gente en la calle comenta sobre esa tan ansiada primera presea que no llega. Por momentos se desmotivan, se muestran incrédulos y desalentados, pero lo importante es que nadie deja de esperar y todos guardamos, como un preciado tesoro, ese grito, esa risa y esas lágrimas por y para Cuba.