“De América soy hijo y a ella me debo” (José Martí)

Hay quienes consideran una mala praxis periodística alertar a los lectores sobre lo que van a leer. Afirman que es un insulto a la inteligencia del público, un facilismo y una estrategia de poca factura del escritor para justificar carencias en el texto. Sin embargo, a veces las observaciones son necesarias, sobre todo cuando el autor sabe que es muy probable que no ofrezca lo que la gente espera –o más bien dicho- que las expectativas que se cree el receptor sobre el artículo sean demasiado altas. Así que, aquí va la alerta.

Usted no encontrará en estas líneas un análisis profundo de la situación actual de América Latina. Posiblemente, tampoco descubra algo que no se haya dicho ya en otros sitios. Usted leerá, si se anima, la opinión de una persona que ha vivido poco y bajo la influencia (moderada por vivir en Cuba) de la industria cultural, la sombra de la globalización y la lucha de las potencias mundiales por garantizar la hegemonía de algunos símbolos.

En el artículo Cinco siglos de prohibición del arcoíris en el cielo latinoamericano Eduardo Galeano escribió: “El Descubrimiento el 12 de octubre de 1492, América descubrió el capitalismo. Cristóbal Colón, financiado por los reyes de España y los banqueros de Génova, trajo la novedad a las islas del mar Caribe”.

Más adelante, agregó: “El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar (que deprendan fablar). Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado mental (mentally retarded) porque no hablaba correctamente la lengua castellana”.

A América le cortaron las alas antes de que fueran lo suficientemente fuertes como para volar. Los europeos, con sus espadas, sus perros, sus caballos y su religión, llegaron al continente para despojarlo (como lo hicieron) de sus recursos materiales, de su libertad y de sus identidad. Ninguna de las heridas que dejaron al arrancar todo eso se pudieron sanar con las luchas por la independencia.

La emancipación se logró, pero la disputa por la verdadera soberanía continua hasta hoy en Latinoamérica, que poco a poco cambió de dueño y se transformó en esclava de Estados Unidos, que se adjudicó hasta la exclusividad del gentilicio “americano”.

Entre el Plan Cóndor y las terribles dictaduras militares se sembró el terror en la región. Las persecuciones, las amenazas, los encarcelamientos, las torturas y los asesinatos eran la generalidad. Y cuando cayeron las dictaduras la historia no cambió tanto, simplemente, se escribió de otra manera. Frase trillada pero real: de sangre, sudor y lágrimas estuvo empedrado el camino hacia la democracia.

Parafraseando a Galeano, América Latina hizo a lo largo de su historia “inspirados aportes universales en cuanto al desarrollo de métodos de tortura, técnicas de asesinato de personas e ideas, cultivo del silencio, multiplicación de la impotencia y siembra del miedo”

Tiempo de vals

Hubo momentos de luz con el peronismo en Argentina, con Salvador Allende en Chile, con Sandino en Nicaragua, entre otros valerosos hombres de “la America nuestra” que intentaron devolver la voz a quienes no podian hablar; pero la “mano ensangrentada del terror” los silenció enseguida. Y con cada muerte, cada golpe o cada intervención volvia sobre la región una nube negra que por intervalos parecia que se alejaba, pero que, la historia ha demostrado, nunca se ha ido del todo.

A principio de la década del 2000 llegó el tiempo de bonanza, las vacas gordas de los pobres, cuando la izquierda latinoamericana reverdeció, coincidiendo en el tiempo presidentes de un marcado carácter progresista. Venezuela vivía una época dorada bajo la guía de Hugo Chávez cuando llegó al poder en el año 1999.

El 1 de enero de 2003, Luis Inacio Lula Da Silva asumió la presidencia de Brasil luego de  ganar las elecciones en segunda vuelta con 52,4 millones de votos, el mayor número de la historia democrática del gigante sudamericano. Y, en el 2011, luego de ocho años de exitoso mandato le sucedió la candidata de su propio partido, Dilma Roussef.

Igualmente, en Argentina Cristina Fernández ocupaba el poder en 2007, sucediendo a Néstor Kirchner, quien gobernaba desde 2003 y, a este gran grupo, se unió Rafael Correa tras ganar las elecciones de Ecuador en 2006.

Otro logro de marcada importancia para la región se dio en Bolivia, donde en las elecciones de 2005, Evo Morales obtuvo casi el 54% de los votos, convirtiéndose así en el primer presidente de origen indígena.

Esas coincidencias abrieron el camino para que el 14 de diciembre de 2004 se creara en La Habana, por acuerdo de Venezuela y Cuba y con la colaboración personal de los presidentes de ambos países, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), una alternativa, un paso de avance para la integración entre los pueblos.

En este contexto los programas de bienestar social florecieron. La educación y la salud comenzaron a masificarse, disminuyó el desempleo, la economía de las naciones y el ingreso per cápita crecieron, aumentaron los salarios mínimos y los acuerdos de solidaridad entre los pueblos de la región se fortalecieron. Parecía que por fin los latinos escribían su historia sin que nadie le dictara las palabras.

Pero el empuje no fue suficiente. La derecha, que  parecía confusa y sin opciones en un escenario de tantos años de claras derrotas, aprovechó el decrecimiento económico en algunos países y los errores de los gobiernos progresistas para articular una arremetida feroz contra los movimientos de izquierda en la región, teniendo como aliados fundamentales a los grandes emporios de la comunicación.

Otra idea más que repetida, pero tan real como que el horizonte para la democracia no luce muy despejado: hoy la desestabilización y la lucha contra la izquierda no es con las armas. Más efectivo es construir una realidad y transmitirla mediante mensajes subliminares; “porque cuando se descubrió que la comunicación era un negocio la verdad dejó de ser importante”  (Ryszard Kapu?ci?ski)

¿Aprendimos la lección?

El 10 de diciembre de 2015 Mauricio Macri ganó las elecciones presidenciales en Argentina. En menos de un año de mandato ha habido un aumento de más de 2 mil por ciento de la electricidad y el gas en algunas regiones del país, una gran ola de despidos y se han liberado los precios del dólar.

Y por si todo esto fuera poco, parece que movido por el miedo a los símbolos de resistencia y de esperanza arremete hoy contra su predecesora y contra Hebe de Bonafini, ícono de la batalla por la justicia, una de las fundadoras del grupo Madres de Plaza de Mayo, quien a sus casi 90 años continua luchando por los derechos humanos.

Por otra parte, el pasado seis de diciembre la mayoría opositora de la Mesa de la Unidad Democrática logró la mayoría de los puestos en la Asamblea Nacional de Venezuela. Desde ese instante, emprendió un ataque contra las gestiones del presidente Nicolás Maduro, al punto de afirmar que el mandatario sería destituido este mismo año. Y hoy, preparan una movilización para este 1ro de septiembre que muchos analistas ya califican de “intentona golpista”.

El panorama también es tenso en Bolivia. El pasado 26 de agosto fue asesinado el Viceministro de Régimen Interior Rodolfo Illanes, quien intentaba encauzar un dialogo entre los mineros en desacuerdo con la reforma que realizó el gobierno de Evo Morales en la Ley Minera, reforma que pretende garantizar que los recursos naturales del país sean controlados solo por los bolivianos.

Quizás, la herida más profunda de todas la sufrió Brasil. Sobre Dilma Rousseff se tejió una telaraña de la cual, en el fondo, casi todos sabían que no podría liberarse. El senado le dio la estocada final a una mujer que se enfrentó a la dictadura, que soportó la tortura, que superó el obstáculo de género y se convirtió en la primera fémina que ostenta la máxima magistratura de la nación, que hizo mucho para construir un país mejor y que  pronunció un alegato de autodefensa imposible que ya quedó guardado en las páginas sagradas de la historia del continente.

Claramente se expresó el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel: «Los golpes blandos ya se pusieron en práctica en el continente en países como Honduras (con Manuel Zelaya)  y Paraguay (con Fernando Lugo). Ahora, la misma metodología, que no necesita a las Fuerzas Armadas, se está utilizando en Brasil»

En el escenario actual que caracteriza a la región existe un factor que no puede obviarse, casi todos los representantes de la derecha que están hoy en posiciones de poder obtuvieron su victoria en las urnas. Pero afirmar por ello, que eso es lo que quieren los pueblos, es, por decir lo menos, una falta de respeto.

Estas victorias electorales de la derecha son el resultado de algunos de los errores de los gobiernos progresistas, pero también de la influencia en nuestros pueblos de una historia nacida de las garras coloniales y escritas con el sudor de la resistencia y con la sangre de la lucha.

Además es innegable que los años que los pueblos tuvieron que vivir presos en la ignorancia y aislados de un verdadero conocimiento no se borran del todo solo con la alfabetización. Ante las ideologías que transmiten los grandes emporios de la comunicación se necesita un nivel de instrucción, que permita leer lo que no se dice. Del mismo modo, en toda nuestra historia y en los procesos que ocurren actualmente juegan un papel fundamental las oligarquías nacionales vinculadas al capital transnacional y en especial norteamericano.

Lo que quieren los pueblos lo gritan en cada calle, en cada plaza, en cada manifestación que realizan para defender con uñas y dientes las conquistas alcanzadas hasta ahora.

Sirva la reflexión de Henríquez Ureña para pensar en lo queremos de esta región: (…) “si lo único que hacemos es ofrecer suelo nuevo a la explotación del hombre por el hombre, si no nos decidimos a que esta sea la tierra de promisión para la humanidad (…) no tenemos justificación. Sería preferible dejar desiertas nuestras altiplanicies y nuestras pampas, si solo hubieran de servir para que en ellas se multiplicaran los dolores humanos (…)