DSCF0395Casi a 500 años de fundada, la capital de Cuba, no muere en el tiempo. Edificios en derrumbe, calles intransitables o desechos en las esquinas no han podido empañar su brillo. Y es que esa ciudad, temida por algunos, querida por otros, es una de las Siete Ciudades Maravillas del Mundo Moderno.

La Habana es esa ciudad que cautiva de una vez y para siempre a sus visitantes.

Bernard Weber, presidente de la Fundación suiza encargada de organizar la votación de las Ciudades Maravillas,  destacó que la elección de La Habana fue fruto de un «ejercicio democrático global», ya que la votación se llevó a cabo por medio de varias plataformas de alcance mundial, en la que también resultaron vencedoras La Paz (Bolivia), Doha (Qatar), Durban (Sudáfrica), Beirut (Líbano), Vigan (Filipinas) y Kuala Lumpur (Malasia).

Entonces los cubanos debemos sentirnos orgullosos de poder visitar esa urbe, con una población de más de dos millones de habitantes en 281.2 millas cuadradas y con15 municipios que conforman su estructura geopolítica.

caballero regalando cosasIconos vivientes de La Habana Vieja

Caminar por las calles de La Habana Vieja es volver al pasado. Fachadas antiguas, colores ocres y personajes de otras épocas decoran el paisaje. Para los que allí vivieron décadas atrás, disfrutar de esas alegorías es recordar su juventud; pero para los menos longevos significa conocer toda una historia remota.

En cualquier esquina del Boulevard de Obispo los transeúntes pueden encontrarse con el Caballero de París, quien fue todo un personaje de La Habana en los años 50.

Inmóvil pero en pose elegante está la estatua. Los que la ven por primera vez advierten algo raro, pero no saben qué. Muchos se acercan para hacerse una foto junto a la figura, y de repente se mueve. No es de bronce, sino de carne y hueso, un hombre que cada día viste las prendas harapientas y se maquilla para dar vida a la estatua. Su nombre es Andrés Pérez y se siente orgulloso de representar a José María López Lledín, el  Caballero de París.

Es de reconocimiento la voluntad de los hombres y mujeres que intentan alegrar la estancia diaria de los transeúntes en la capital. Muchos visitantes recuerdan con agrado su paso por la ciudad, más aún si fueron cómplices de esos íconos vivientes de La Habana Vieja.

Justo a las nueve

DSCF0386¿Quién no ha ido al cañonazo de las nueve? Son pocos los que a su paso por La Habana se han privado de la oportunidad de visitar el complejo Morro Cabaña para ser testigo, justo a las nueve de la noche, del cañonazo.

Con el objetivo de mantener las tradiciones de cubanía, un grupo de jóvenes, vestidos a la usanza española de la época colonial, hacen sonar el cañón con ceremonia oficial. La hora marcaba el cierre de la muralla habanera, momento en que los ciudadanos dejaban de transitar por las calles por órdenes del gobierno español.

Después que la bahía es testigo del corcho tirado al agua por medio del cañón, entonces La Habana comienza su vida nocturna. Es curioso transitar la misma calle en horarios opuestos, porque la realidad visible ante el ojo humano, cambia.

Y como no cambiar, si ahora lentejuelas y brillos adornan las prendas de vestir. Las luces tenues dejan entrever una ciudad que no duerme y que aprovecha cada segundo para cautivar a los visitantes y lograr que se vuelvan locos por La Habana.

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