Muerte de Maceo, cuadro del pintor Armando García Menocal

La Habana, Cuba. – El 7 de diciembre de 1896, una bala alcanzaba al General Antonio, al Titán de Bronce, al hombre que dijo no al Pacto del Zanjón por ser un documento que no reconocía la independencia de Cuba.

A su lado, caía Francisco Gómez Toro, Panchito, el joven de 21 años al que nadie pudo retener al encuentro fiel con su líder y amigo verdadero. Juntos los encontrarían, como un hijo que custodia el descanso eterno de su padre.

No podía ser diferente entonces en Cuba el 7 de diciembre, sino para rendir tributo a esos dos héroes, y a todos los que cayeron en la defensa de la Patria. Y también, otro de nuestros tantos días para ratificar la sentencia del Titán de Bronce, esa que reafirmaba hace un año el presidente Raúl Castro en el tributo póstumo a Fidel: !Quien intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si NO perece en la lucha!

Fieles al legado de los héroes

Del ejemplo de Antonio Maceo, Francisco Gómez Toro y otros tantos, beberían quienes ofrendaron sus vidas muchos años después en el cumplimiento de misiones internacionalistas, para ayudar a pueblos hermanos en la consolidación y defensa de su independencia, principalmente en África.

También un 7 de diciembre, pero de 1989, eran trasladados a Cuba los restos de esos valerosos hombres, en humanitario y leal gesto al que se le llamó Operación Tributo.

Se unían así el sentimiento de la victoria, la reafirmación de la utilidad de un esfuerzo que contribuyó a cambiar el destino de otras naciones, y el profundo dolor por los desaparecidos. Pero sin dudas, todos ellos y los hijos de Cuba hoy, como diría nuestro líder eterno, Fidel Castro, pertenecemos a la estirpe, la sangre, al coraje y las ideas de Antonio Maceo.