Giselle conmovió al público por su grandeza interpretativa. Foto: balletcuba.cult.cu

La Habana, Cuba.- Dentro del repertorio del Ballet Nacional de Cuba, Giselle posee una significativa importancia, no solo en lo que concierne a su propia historia, sino también porque con ella, Cuba trasciende por primera vez en el ámbito internacional de la danza.

Obra cumbre del romanticismo, estuvo interpretada, este miércoles, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, por los primeros bailarines de la compañía cubana, Anette Delgado y Dani Hernández, quienes demostraron con maestría el dominio de la técnica y la interpretación teatral, y contó con el acompañamiento musical de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana.

Con coreografía de Alicia Alonso sobre la original de Jean Coralli y Jules Perrot, la puesta en escena de Giselle, clásico divido en dos actos, muestra electrizantes ejecuciones, así como un equilibrio  dramático y coreográfico.

Muestra de la creación y la creatividad popular

La concisa narración de Giselle, ligada al diseño de los bailables, traza una enseñanza moral entre los dos actos, destacando su gran homogeneidad.

Cautivando al público por su música y su danza mágica, la pieza representa una coherencia en la ejecución y una técnica que estremece a todo el auditorio. Reverencia aparte merece el cuerpo de baile, que destacó gran sincronía.

La actuación de la reina de wilis, representado por Ginett Moncho, fue cimera, ya que mostró su dominio en el escenario, su fuerza y alcance teatral.

La excelente escenografía nos traslada a la época, y aunque el primer acto fue más uniforme, el segundo llegó al clímax, destacando lo sobrenatural. Giselle, en este Festival de Ballet, conmovió al público por su grandeza interpretativa y sus proezas técnicas.