La Habana, Cuba.- El hecho de que oficialmente Londres haya decidido decirle adiós al pacto comunitario europeo y afiliarse a la tendencia que algunos ya califican como “nacionalismo económico” mediante su separación de la Unión Europea, no es ni será un proceso simple y sin consecuencias.

De todas formas era una opción sabida, y la propia Unión Europea se apresuró a limarse internamente,  dando a conocer  en el recién concluido mes de marzo, un documento conjunto suscrito en la capital italiana, destinado a fortalecer los ánimos integracionistas y a prometer menos rigidez en la evaluación y mecanismos comunitarios de funcionamiento con respecto a los países que aún se mantienen en la lista.

Una tarea muy complicada a cuenta del retorcido escenario económico y político vigente en el Viejo Continente y sus reflejos sociales.

Nada fácil

Para no pocos analistas, la marcha hacia la aplicación del Brexit  por Gran Bretaña  no es una autopista recta y abierta.

Según reportes de prensa, el pasado fin de semana no menos de 80 000 manifestantes llenaron el centro de Londres, justo frente al Parlamento, para protestar por la salida de la Unión Europea, un paso que consideran un total retroceso para la nación.

Escenas similares se repitieron en Edimburgo, Escocia, donde los organizadores afirmaron textualmente representar “al 48 % de los ciudadanos británicos que votaron contra el Brexit, y a aquellos a los que no se les permitió sufragar: los jóvenes y ciudadanos de la Unión Europea que viven, trabajan y pagan impuestos en nuestro país. Estamos indignados por la dirección actual del gobierno,” precisaron los manifestantes.

Sombra separatista

Otros riesgos se han sumado a la decisión oficial de Londres y de su primera ministra Theresa May de salirse de la Unión Europea, y se trata del reverdecimiento de la intención del gobernante Partido Nacionalista Escocés de organizar un nuevo referendo local sobre la independencia de ese territorio, al calor del descontento generalizado por la controvertida decisión británica.

De hecho, el Parlamento de Escocia dio su aprobación mayoritaria a la solicitud de la primera ministra de la región, Nicola Sturgeon, que consideró propicio el momento para volver a plantear el desgajamiento con relación a Londres.

En consecuencia, se trata de la riesgosa perspectiva de un golpe muy serio a la integridad territorial y económica británica en instantes en que se pondría en práctica su desvinculación regional.