Cintio Vitier, uno de los más grandes intelectuales cubanos de todos los tiempos, vivía convencido de que la Patria estaba destinada a enfrentar siempre el desafío de lo imposible.
Así ha sido desde que esta tierra quiso convertirse en nación por obra y gracia de enfebrecidos patricios.

Fuimos país entonces después de superar los increíbles escollos de la colonia y la neocolonia con la fuerza de una unidad construida desde la diversidad.

Martí primero, y después Fidel, comprendieron con claridad nuestro destino y sobre todo nuestra herramienta de triunfo: no puede haber divisiones ante una tarea colosal.

Es el pedido martiano con todos y para el bien de todos, o el enunciado fidelista de los humildes, por los humildes y para los humildes.

Es la misma esencia aglutinadora, argamasa ahora en la elaboración del articulado de una nueva Constitución.

Sin todos, no hay nada

Una Constitución es una Ley de leyes que condiciona la marcha cotidiana de una sociedad.
Por eso, elaborarla no puede ser obra de un coto de iluminados, ni siquiera tarea absoluta para un Partido, aunque sea de vanguardia.

Una Carta Magna concierne a todos los estamentos sociales y por eso su elaboración tiene que ser colectiva, tal y como se hará desde el próximo lunes.

En la larga y estrecha geografía nacional, desde los lugares más recónditos hasta los más urbanizados, los cubanos podrán expresar sus ideas y sugerencias, algo que también podrán hacer, de manera inédita, quienes viven en el exterior.

Es, como enunció Cintio, otro desafío de la Patria ante lo imposible, en el que caben todas las voces, todas, porque que nadie dude que en la nueva Constitución estarán todos los cubanos en un texto.