La evidente restauración imperial oligárquica en América Latina y el Caribe sigue su curso luego de haberse cobrado espacios en varias naciones de la región a cuenta de gobiernos y movimientos progresistas.

Se trata de la aplicación de la modalidad de guerra no convencional mediante renovadas técnicas desestabilizadoras que van, desde el intento de aislar, hostilizar y demonizar a las víctimas previamente escogidas, hasta aprovechar cualquier desliz e insuficiencia de los sectores de izquierda para promover campañas de descrédito y  alteraciones del orden público con netos fines de subversión política.

Venezuela, que no ha podido ser doblegada, es tal vez el escenario donde todas esas modalidades han sido probadas hasta ahora en vano… pero los golpes se siguen expandiendo.

En la mira

Y por estos días Nicaragua se ha convertido en otro espacio donde los intereses estadounidenses y sus aliados internos pretenden forzar cambios no legales y anti democráticos.

Así, pretextando inconformidad con una disposición oficial de alcance público ya derogada, se ha comenzado a jugar la carta de la pretendida insurrección popular, como ya se ha practicado en otros escenarios, coartando todos los esfuerzos de la sociedad para dirimir las diferencias a partir del diálogo, el respeto a la ley y el mantenimiento del orden.

Un escenario donde la violencia desmedida y la muerte ya han hecho de las suyas, y en el cual el colofón parece estar establecido de antemano.

Y se trata sencillamente de sacar a Nicaragua de la órbita ajena a los dictados externos y recolocarla en el concierto de los acólitos imperiales.