No dijo mentiras Jair Bolsonaro cuando en plena campaña electoral esbozó una serie de medidas de ajuste que siguen al pie de la letra el canon neoliberal.

En las primeras 24 horas de gobierno, el presidente de Brasil lanzó una batería de decretos que establecen un salario mínimo por debajo de lo acordado por el Congreso y el desmantelamiento de la Secretaría de Educación Continuada, Alfabetización, Diversidad e Inclusión.

La primera medida deja en suspenso los salarios de 48 millones de brasileños y la segunda significa en la práctica la exclusión de la comunidad homosexual, cuyos derechos se reducirán.

En otro polémico decreto, Bolsonaro traspasó al Ministerio de Agricultura la posibilidad de identificar y delimitar las tierras indígenas, que quedan abiertas a actividades comerciales antes prohibidas.

Formando fila

El mismo día de su asunción, Bolsonaro se reunió con el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, y después dijo a la prensa que ahora Brasil sería un amigo de Estados Unidos.

Al mejor estilo de su admirado Trump, también lanzó varios mensajes en Twitter para expresar solidaridad nada menos que con el argentino Mauricio Macri y el colombiano Iván Duque.

A ambos mandatarios les dijo que Brasil caminaría junto a ellos. Todo parece indicar que Bolsonaro quiere liderar un bloque regional contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, países que, ya se sabe, están en la mira de Estados Unidos.

Sin tener en cuenta los riegos de una conflagración regional, el presidente brasileño no se oculta para aplicar su filiación política y sueña con convertirse en el nuevo personaje de la ultraderecha latinoamericana.