Carilda Oliver Labra en su cercano siglo de vida nos dejó la dimensión de una cubana que rompió esquemas y llegó a nuestros días como una de las más genuinas voces de la nación.

En la temprana juventud se decidió por el dibujo, la pintura, el derecho y la literatura, universos humanistas en los que el hombre marcaba la pauta.

Jovial, coqueta y hermosa Carilda vivió a plenitud sus días, rodeada de sus recuerdos, algunos de los cuales perduraron tristes en la memoria al tocar la fibra más sensible de mujer: el exilio de sus padres, hermanos o la pérdida de dos de sus amores.

Pero Carilda se aferró a Tirry 81 junto al olor a salitre de la ciudad, las aguas azules de su bahía y el hollín que penetró el portón de la casona donde este 29 de agosto dejó de existir.

Cubana de todos los tiempos

La vida forjó en Carilda Oliver Labra la vocación por las letras, el humanismo y una posición raigal que definió los destinos de su existencia en Cuba.

Una sola de sus profesiones bastaría para aquilatar a esa mujer a la que críticos literarios consideraron con métrica fiel y subversiva, pero de temáticas disímiles: patriótica, amorosa, erótica, elegíaca, confesional, cotidiana, familiar.

Carilda se distinguió por el desenfado de un tono conversacional que no excluyó la ironía, el prosaísmo, ni tampoco el más delicado y emotivo lirismo.

A la novia de Matanzas le inspiraron la Patria y sus hijos valientes: Fidel, Abel, Reynol, Julián y Camilo.

Su pueblo la mimó y en este agosto cálido y alegre como ella misma le acompañó en su morada hasta el último adiós.