La Habana, Cuba.- Más de la cuarta parte de su corta vida, vivió Martí en Estados Unidos, particularmente en Nueva York.

En tres momentos diferentes de sus 42 años, estuvo El Apóstol en la Gran Manzana, donde residió poco más de 14. Allí, amó, sufrió, escribió, pero sobre todo organizó la necesaria guerra por la independencia de Cuba.

La variada actividad de Martí le permitió conocer las luces y sombras de lo que comenzaba a configurarse como un imperio en expansión. La estatua de Lincoln en Iunion Scuear, las luchas obreras, la inauguración de la Estatua de la Libertad y hasta las peleas de boxeo, por solo citar algunos temas, estuvieron bajo la aguda mirada crítica del Homagno.

En el famoso Central Park descansaba del fárrago cotidiano, sin siquiera soñar que un día estaría allí una estatua ecuestre que recoge el momento de su muerte en Dos Ríos.

Ejemplo de respetuosa convivencia

Precisamente, una réplica de la estatua martiana en el Central Park neoyorquino será inaugurada en La Habana el próximo domingo, en ocasión del natalicio 165 del Héroe Nacional.

Más allá de la reverencia al Apóstol, el monumento de bronce llegado en octubre a la capital cubana, es muestra de los lazos que pueden existir entre Cuba y Estados Unidos, siempre sobre la base del respeto mutuo y la convivencia civilizada.

Detrás de esa obra, hay un esfuerzo colectivo de cubanos y estadounidenses que superaron todos los escollos durante 22 años de negociación y trabajo.

En estos tiempos de turbulencias y retrocesos, esa estatua es la confirmación de que los lazos históricos resisten las coyunturas políticas y Martí aparece como un puente simbólico que une a La Habana con Nueva York.

 

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