Hoy Martí es realmente de todos.

Poeta, maestro, periodista, diplomático, político, mambí, pero sobre todo patriota, la intensa vida de Martí tuvo tantas aristas que hoy cada cubano tiene su propia representación del Apóstol, como lo nombró Jorge Mañach.

“Yo vi a José Martí -¡qué día aquel!- erguido y hermoso en su caballo de batalla, en Dos Ríos”, rememoró nada menos que Máximo Gómez al evocar el desastre del 19 de mayo.

Juan Gualberto Gómez, quien más que colaborador fue amigo del Delegado, reconoció en él “al hijo de Cuba que con su laboriosa constancia y su esfuerzo genial, reunió a los elementos valiosos y unificó las voluntades necesarias para que el país denuevo se lanzara a la conquista de la libertad”.

Otros dos contemporáneos, Enrique José Varona y Enrique Collazo, también expresaron su admiración por quien calificaron como “un hombre notable”.

El misterio revolucionario

Fue Lezama, quien con brillante certeza dijo que Martí es “ese misterio que nos acompaña”.

Quizás por eso, años después un amigo del asmático novelista, el poeta y martiano Cintio Vitier, lo ubicó “en el terrible y radiante mediodía, lanzándose en su caballo blanco para firmar con sangre todas sus palabras”.

Otro poeta y ensayista, Roberto Fernández Retamar, lo caracterizó muy atinadamente como el primer pensador revolucionario del Tercer Mundo.

Pero sobre el cataclismo de Dos Ríos, el ensayista e investigador, Luis Toledo Sande aseguró que ese día, “Martí se irguió para todos los tiempos”. No obstante, aquella muerte absurda e inesperada sirvió para inocular en Fidel “las doctrinas del Maestro” y abrir la puerta a una alborada liberadora que  desparramó el pensamiento martiano por toda la nación y permitió que hoy Martí, realmente sea de todos.