Compañía Bacardí impulsora de la Ley Helms-Burton

La Habana, Cuba. – La titulada ley Helms-Burton, de 1996, tuvo entre sus financistas a la compañía Bacardí. Radicada en Santiago de Cuba y nacionalizada en armonía con el derecho internacional, su más ruidoso vocero ha sido el ultraderechista senador estadounidense Marco Rubio.

Circularon millones de dólares que la Bacardí facilitó para acelerar su puesta en marcha; y si algo es imposible sepultar es el contraste entre quienes heredaron ese apellido y sus continuadores de hoy.

El abuelo, Emilio Bacardí Moreau, combatió a la dominación colonial española y por ello sufrió prisión. A esos méritos se incorpora su rechazo a la intervención de Estados Unidos en Cuba en 1898.

Desplomado el poder colonialista, a inicios del siglo XX fundó el Museo Bacardì cuya vigencia persiste. Fue Alcalde de Santiago de Cuba y desplegó otras actividades sociales.

Firme defensor de la soberanía

Emilio Bacardí  durante la guerra de 1895 mantuvo fuertes nexos con aquellos patriotas. Al finalizar la contienda, fundó el museo que hoy lleva su nombre. Dio así un paso decisivo en la preservación del legado histórico de los luchadores por Cuba libre.

Nunca traicionó su fidelidad a la soberanía nacional. Como senador de la República de Cuba trató en vano de evitar en 1906 una intervención militar estadounidense.

Resultan brutalmente contrastantes las posiciones asumidas por Emilio Bacardí y Marco Rubio. El primero, un genuino patriota y el segundo, el peor y más ruin servidor de Donald Trump.

¿En qué momento se inscribe la Helms-Burton? cuando Trump y sus criados han roto con toda decencia y legalidad para reimponer su poder neocolonial sobre el mundo, como sucede  hoy en la República Bolivariana de Venezuela.