Siria, Afganistán, la Península Coreana…La Administración Trump parece empeñada en calentar las relaciones internacionales, sin importarle que pone al mundo al borde de una guerra de incalculables consecuencias.

La errática actitud del presidente de Estados Unidos, que hoy dice una cosa y mañana hace otra, dificulta calcular el rumbo de acontecimientos, que para colmo de males involucran a Corea Democrática, un país que técnicamente aún está en estado de guerra.

Primero, Washington lanzó sobre Siria un ataque con cohetes que no fue del todo exitoso. Después arrojó una super bomba en Afganistán y más tarde movilizó a aguas de la península coreana al portaviones nuclear Carl Vinson con un poderoso grupo de combate.

Ha sido una escalada militar en menos de dos semanas para demostrar que la Casa Blanca tiene “todas las opciones sobre la mesa”.

Un juego peligroso

Las amenazas contra Corea Democrática, en una escalada que ya trasciende la retórica diplomática, es ahora lo más peligroso de la actualidad mundial.

Pyongyang, que desde hace muchos años enarbola su derecho de defenderse, ha desarrollado un avanzado programa coheteril que le permitiría golpear al enemigo con cierto éxito. De la capacidad bélica de Estados Unidos no hay mucho que hablar porque es sumamente conocida.

Por otro lado, están Rusia y China como coprotagonistas de una terrorífica puesta en escena que involucra a varias potencias nucleares.

Hay demasiado poderío militar en las cuatro bandas del tablero de este comprometedor ajedrez político y al menos uno de los jugadores no anda bien de la cabeza. Todos esos son factores que una vez más ponen al mundo a las puertas de una guerra de resultado incierto.