Gran presencia de público en salas de cine

La Habana, Cuba. – Mucho ha llovido desde que el francés Gabriel Veyre, representante de la Casa Lumiere, trajera a La Habana el primer proyector de cine, en 1897.

Pero lo ocurrido en aquella lejana fecha no explica el hecho de que ahora cada diciembre la capital cubana se convierta en un torbellino cinematográfico que pone a muchos a correr detrás de las películas de su preferencia.

Consolidado no solo por el paso del tiempo, sino por la alta calidad de las propuestas premiadas, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano ha pasado a ser un referente de la cinematografía mundial y sobre todo en espacio de defensa de la cultura regional.

Esa cita trasciende el simple concurso o exhibición de películas para desplegar todo un arsenal paralelo que desborda las costuras del cine propiamente dicho y acoge a otras artes.

Un público instruido

Mucho ha tenido que andar la cultura cubana para llegar al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, una cita que está inexorablemente ligada a una voluntad gubernamental impulsada por Fidel Castro.

Como todas las artes, el cine necesita de un público pensante, inteligente, capaz de entender el mensaje de los creadores. Por eso, y aunque parezca insólito, las colas frente a los cines o la masiva participación en muchas actividades del programa paralelo del Festival, son el resultado de haber hecho una campaña de alfabetización, de haber universalizado la educación o de crear las condiciones para que florezca el talento individual y colectivo.

Si las salas hoy se repletan y todos hablan de la última película que vieron es porque tenemos un público instruido y eso no se puede soslayar en estos días de cine.