Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, escribió José Martí en su ensayo Nuestra América.
Y con la urgencia que caracterizó los finales de su vida, sentenció: Lo que quede de aldea en América ha de despertar…

¡Los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado como la plata en las raíces de los Andes…

Más de un siglo después de la convocatoria martiana, los pueblos de la América de habla española comenzaron a juntarse en una Alianza frente a la cual el enemigo con botas de 7 leguas y su camada sietemesina, perciben el inicio del fin del imperialismo, adversario que sólo podrá ser frenado con la unidad como muralla.

Tiempo de crear

“Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España –escribió Martí en Nuestra América.

Y añadió: Se ponen de pie los pueblos y se saludan. «¿Cómo somos?» se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son”.

Martí comprendía que la necesidad impulsa la Historia, y anticipó este presente, cuando Cuba y Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua junto a Dominica, Antigua y Barbuda, San Vicente y Las Granadinas, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves y Granada, alzan los brazos para el saludo y la batalla.

“Crear es la palabra de pase de esta generación” –escribió Martí, y el ALBA es el paso inicial de esa unidad por la que Lula, el ex presidente de Brasil, dijo al inaugurar una Cumbre de América Latina y el Caribe: “Éramos un continente de sordos, y no nos veíamos”.