La insistencia del Secretario General de la Organización de Estados Americanos, OEA, el ex canciller uruguayo Luís Almagro, de secundar los planes golpistas contra la Venezuela Bolivariana, indican no solo su personal cariz reaccionario, sino además el control histórico que sobre ese mecanismo panamericano ejercen las peores fuerzas del Hemisferio, empezando por Washington.

Ya en meses pasados ese personaje intentó la aplicación de la titulada Carta Democrática contra Caracas, a manera de intentar la suspensión de Venezuela de la OEA y la imposición de un cerco económico regional en su contra,  proyecto que resultó invalidado por el firme rechazo venezolano y la solidaridad de sus hermanos del área.

Los gobiernos progresistas de Latinoamérica son conocedores del servilismo de esa entidad con relación a la agresividad imperial contra nuestros pueblos.

Criterios válidos

Es evidente que Luís Almagro, que ahora pide otra vez severas sanciones contra Venezuela, no hace otra cosa que seguir la ruta de virulencia reaccionaria que matiza toda la historia de la OEA.

Su insistencia en atacar a la Revolución Bolivariana no obedece a otra cosa que al deseo de los sectores norteamericanos de poder y de la derecha nativa de borrar del mapa a las actuales autoridades gubernamentales de Caracas, reapoderarse de las riquezas naturales venezolanas, y asfixiar los procesos populares en América Latina y el Caribe.

Una sucia tarea que manipula incluso la titulada Carta Democrática, originada muchos años atrás para, entre otras cosas, pretender deslegitimar el acceso al gobierno de los movimientos revolucionarios ligados entonces a la lucha armada.