En una ocasión pretendieron entregarle a Fidel un habano cargado con un potente explosivo.

La Habana, Cuba.- Adversario enconado de Estados Unidos, Fidel concitó la ira de una decena de administraciones y sobrevivió a más de 600 intentos de atentados para morir por causas naturales a los 90 años, el viernes último en La Habana.

El desafío que significó instaurar un gobierno socialista a apenas 150 kilómetros de las costas de Estados Unidos, le ganó al líder revolucionario el encono de la Casa Blanca y lo convirtió en blanco de una increíble hostilidad.

En una lista que incluye a Dwight Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George Bush, Bill Clinton y George W. Bush, casi todos los presidentes estadounidenses fueron duros adversarios de Fidel.

El Comandante fue blanco de 634 intentos de atentados “documentados”, muchos de ellos organizados en Estados Unidos, de acuerdo con el General retirado Fabián Escalante, ex jefe de la inteligencia cubana y autor del libro “La guerra secreta. Operación ZR Rifle”.

La Operación ZR Rifle es el criptónimo utilizado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA por siglas en inglés) para denominar un complot para asesinar a Fidel que involucraba a elementos de la mafia norteamericana, aprobada por Kennedy, y reconocida en 2007 en documentos desclasificados.

Además de los servicios secretos cubanos, muchos de esas tentativas de asesinato han sido revelados por antiguos conspiradores, agentes, políticos estadounidenses o escritores.

Los intentos de eliminación física, que otorgaron a Fidel un singular record difícil de igualar, se acrecentaron en los primeros años del triunfo de la Revolución, como detalló el periodista cubano Luis Báez en el libro “El mérito es estar vivo”, publicado en 2005.

Báez enumeró varios planes entre ellos uno para liquidarlo con un disparo de bazuca cuando daba un discurso en el antiguo Palacio Presidencial de La Habana, en 1961, o varios intentos fallidos que tuvieron por escenario al estadio Latinoamericano durante partidos de béisbol, uno de los deportes a los que el líder era gran aficionado.

Muchas de esas tentativas, frustradas casi siempre por los órganos cubanos de la seguridad de estado o a veces por una casualidad, fueron reconocidas en el Congreso estadounidense por el Comité Church, presidido por el senador demócrata Frank Church.

Ese comité, que sesionó entre 1975 y 1976, fue constituido para investigar las actividades de la comunidad de inteligencia estadounidense y en particular los planes de asesinatos a dirigentes políticos, como Fidel o el congolés Patricio Lumumba.

Dicho Comité reveló que la CIA trató de utilizar en un plan de magnicidio al abogado neoyorquino James Donovan, quien negociaba con el gobierno cubano la liberación de los prisioneros de la frustrada invasión de Playa Girón o Bahía de Cochinos, en 1961.

Donovan debía regalar al líder cubano un traje de buceo, otra de las aficiones de Fidel, contaminado con bacterias y esporas que debían causarle una grave enfermedad cutánea.

Ese plan se abortó debido a que el abogado, que no conocía las intenciones de la CIA, le regaló antes al Comandante un traje de neopreno convencional por iniciativa propia.

También el Comité Church hizo público un complot en el que se preveía la fabricación de un “caracol-bomba” que para ultimar al mandatario sería colocado en el lecho marino en uno de los lugares donde solía bucear.

Otra sonada conspiración fue reportada en 1967 por el mensuario estadounidense The Saturday Evening Post que informó que la CIA había barajado en 1960 un intento de asesinar a Fidel durante una visita a la ONU entregándole un habano cargado con un potente explosivo.

El mandatario moriría con la explosión del puro mientras fumaba, una de las costumbres que tenía el líder por esos años.

En 2001, la alemana Marita Lorenz publicó la autobiografía  “Querido Fidel: Mi vida, mi amor, mi traición”, en la que narró como la CIA le dio dos cápsulas para envenenar a Castro en un previsto encuentro en La Habana, aunque ella desistió del plan a último minuto y tiró las cápsulas por el desagüe de un inodoro.

Uno de los últimos planes conocidos y desarticulados fue el intento organizado en noviembre de 2000 por Luis Posada Carriles para volar con explosivos de alto poder el Paraninfo de la Universidad Nacional de Panamá, donde Fidel hablaría en una concentración popular tras participar en la X Cumbre Iberoamericana.

“Ojalá todos muramos de muerte natural. No queremos que se adelante ni un segundo la hora de la muerte”, dijo Fidel en 1991 y la vida, y a ratos la suerte, le permitieron cumplir ese deseo, a pesar de los planes de sus adversarios.

Como todos los jefes de estado, Fidel tuvo un eficiente cuerpo de seguridad que lo protegió dentro y fuera de Cuba, pero además contó con al resguardo espontáneo de miles de cubanos que en diferentes circunstancias actuaron como los más celosos escoltas para preservar la vida del carismático líder.

Pero más allá de la protección, que algunos achacaban a fuerzas místicas, la realidad se supo durante un viaje a Estados Unidos para intervenir en la Asamblea General de Naciones Unidas, en 1979, cuando exhibiendo el pecho marmóreo y desnudo, Fidel entre risas dijo a unos periodistas estadounidenses: “tengo un chaleco moral, es fuerte. Ese me ha protegido siempre”.