En ocasiones, algunas voces acríticas, dentro y fuera de Cuba, han señalado al bloqueo de Estados Unidos contra el archipiélago como esa hoja de parra que sirve de parapeto o salvoconducto a inercias, burocratismos y mala gestión doméstica.

Incluso, llegan a afirmar, irracionalmente, que la única traba a las potencialidades del país es interna.

Aunque el proyecto cubano de Revolución socialista no ha estado ni está exento de esos desajustes en casos puntuales, lo cierto es que aquellos que así opinan desatienden y pretenden vaciar de sentido al impacto, contante y sonante, que tiene en la vida de los de esta Isla ese ilegal sistema de sanciones unilaterales.

El cerco de Washington no es subjetivo ni fantasmal; se trata de una enconada red con carácter extraterritorial, cuyos daños en los distintos ámbitos de nuestra sociedad son acumulativos y cuantificables cada año.

Un largo asedio

Cerca del 80 por ciento de la población cubana ha nacido y crecido bajo los efectos del bloqueo, impuesto por sucesivas administraciones de Estados Unidos durante casi 60 años.

Día a día, hemos tenido que desarrollar los proyectos personales y colectivos sorteando disímiles vicisitudes en todos los ámbitos.

Para algunos incautos, la turbulencia de la vida diaria en un país prolongadamente asediado por el mismo enemigo, ha creado la falsa ilusión de que los daños del cerco son connaturales a nuestro sistema político y no la causa de una política hostil exterior.

Pero la realidad verificable es otra y, como reza un viejo refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver, más aun cuando ese entramado de medidas, a instancias del actual gobierno de la Casa Blanca, se ha recrudecido y persigue implacablemente todos los esfuerzos y alternativas para el desarrollo de Cuba.

Cuba se levanta y anda

Aunque Cuba no deja de reiterar la disposición a un diálogo respetuoso con Estados Unidos, la administración de Donald Trump ha desempolvado una retórica agresiva sacada del armario de la Guerra Fría.

En medio de un camino abierto para la normalización de unas relaciones bilaterales congeladas durante décadas, sobre todo por el bloqueo ilegal, esa política unilateral vuelve a empuñarse abiertamente contra nuestra soberanía.

Se ignora así el apoyo mayoritario del pueblo estadounidense, de la comunidad internacional y de la emigración cubana al levantamiento del cerco, que obtiene cada año el rechazo mundial en las Naciones Unidas.

Aún bajo unas condiciones adversas, y como afirmó el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en entrevista concedida a Telesur, la Revolución cubana no renuncia a sus programas de desarrollo y se revisa hacia adentro con una reforma total de la Constitución.