La Habana, Cuba.- Han pasado 40 años y todavía sobrecoge escuchar aquellas palabras llenas de dramatismo, cuando la torre de control del aeropuerto de Seawell, en Barbados, recibe un llamado de emergencia de un avión cubano que apenas ocho minutos antes había despegado de allí.

Primero, una explosión en el área de los pasajeros. Luego otra, en el baño. Los esfuerzos heroicos del capitán Wilfredo Pérez y su copiloto Miguel Espinosa por controlar la aeronave y hacerla regresar fueron infructuosos.

El avión se precipitó al mar, muy cerca de las costas barbadenses, con sus 73 personas a bordo: 57 cubanos, 11 guyaneses y cinco norcoreanos. Aquella catástrofe aérea fue provocada por un sabotaje, perpetrado por terroristas al servicio de la CIA en su enfermizo afán por golpear y tratar de intimidar a la Revolución Cubana. 

No habrá olvido

Escenas de inmenso dolor vivió Cuba el 6 de octubre de 1976 con la destrucción en pleno vuelo de un avión comercial, entre cuyos pasajeros estaban jóvenes esgrimistas que regresaban a la Patria con sus medallas de oro.

En la Plaza de la Revolución José Martí más de un millón de cubanos les dieron emocionada y simbólica despedida a las víctimas de aquel acto de terrorismo, uno de los más abominables de cuantos ha sufrido el pueblo cubano. Ése que -enérgico y viril- como dijo Fidel entonces, multiplicó el dolor, lloró e hizo temblar a la injusticia. Ése que jamás olvidará el crimen de Barbados, ni perdonará a sus autores y los cómplices de su impunidad.

Sigue siendo una herida que lastima. Este Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado honra su memoria y la de muchos otros cubanos a quienes troncharon sus sueños y sus vidas.