Cierra el 2018 con el control de los demócratas en la Cámara de Representantes, pero sin poder dominar en el Senado. Las llamadas elecciones de medio término en Estados Unidos, donde cada noviembre se renueva el Congreso, abrieron un gigantesco signo de interrogación acerca del futuro del país.

En ese tipo de comicios, salvo escasas excepciones, los partidos en el poder siempre pierden escaños desde la administración de Franklin Delano Rusvelt.

Para cumplir la regla, Trump y los republicanos perdieron la Cámara baja, pero mantuvieron el control del Senado, un resultado agridulce para los dos partidos.

La llamada ola azul, color con el que se identifica a los demócratas, llegó sin fuerza suficiente para arrasar en la Cámara alta. Sin embargo, con el dominio de la otra ala legislativa, pueden torpedear las propuestas presidenciales.

Difícil vaticinio

Trump, acostumbrado a llevar una agenda legislativa favorable por el control republicano de los dos hemiciclos, ahora tiene que negociar con sus rivales políticos.

Pero al mismo tiempo, los demócratas aún la tienen difícil porque el Senado sigue en manos republicanas y sin consenso es difícil pasar un proyecto de ley, como ha sucedido antes con otras administraciones.

En términos estratégicos, los demócratas aún no han mostrado claridad para en 2020 sacar de la Casa Blanca a Trump, quien tiene de su lado a la historia, pues solo Carter y Bush Padre perdieron la reelección.

Quedan dos años por delante y tendrán que trabajar duro, sobre todo en la búsqueda de una figura que aglutine al electorado, que tras concurrir a las urnas dejó un horizonte poco claro, en un país cada día más dividido.