La Habana, Cuba. – Leyenda de pasión, cargas al machete y manigua libertadora, fue la vida del general Antonio Maceo Grajales, nacido el 14 de junio de 1845 en tierras santiagueras de San Luis.

Aquel hombre estuvo siempre en las filas de los no vencidos y su cuerpo era un mapa de batallas: unas 600 acciones combativas en más de un decenio de contienda por la independencia de Cuba, le dejaron 27 cicatrices de balas y armas blancas.

Antonio Maceo escribió a María Cabrales: Para mí no se ha hecho la tranquilidad; vivo a caballo, corriendo en todas direcciones, organizando fuerzas y prefecturas, de tal manera rigurosa, que muchas veces me he dormido parado.

Y el ícono de intransigencia en Mangos de Baraguá, confesó también a la fiel esposa: Nunca me he sentido más feliz que cuando he peleado, he decidido una batalla o cuando sé de ti.

Palabras sobre el Titán

Bien que se llame a Antonio Maceo Grajales, el Titán de Bronce: lo merece quien guió a 2 mil insurrectos durante la invasión mambisa por toda la nación y con coraje transitó su carrera militar desde soldado hasta mayor general y segundo jefe del Ejército Libertador.

Pero, en esa fuerza, también hay que explorar los ojos límpidos que de una paseada se bebían un campamento, como escribió José Martí.

O como apuntó José Miró Argenter, jefe de su Estado Mayor: el Titán no admitía groserías, era cortés, afable, obsequioso, jamás vertió una palabra mal sonante, no profería insultos, tenía urbanidad y era condescendiente, amable y benévolo.

A su muerte, Máximo Gómez en carta a María Cabrales habla que con su desaparición, perdía ella al dulce compañero; él, al más ilustre y bravo de sus amigos; y el Ejército Libertador a la figura más excelsa de la Revolución.