La niña Rosalia Valdés Medel. Foto: Raúl Menchaca

La niña Rosalia Valdés Medel. Foto: Raúl Menchaca

En ciertas madrugadas, cuando Bayamo duerme, dicen algunos que desde la antigua calle de San Salvador, donde está la mítica ventana de Luz Vázquez, se escuchan los acordes de La Bayamesa, la primera canción trovadoresca cubana.

Claro que ahora, aseguran, hay que ser un noctámbulo empedernido y tener un oído muy fino para percibir el eco centenario de la composición de Francisco del Castillo y Moreno, José Fornaris, y nada menos que Carlos Manuel de Céspedes.

Ese trío, acompañado por el tenor Carlos Pérez, en la noche del 27 de marzo de 1851 entonó esa composición por primera vez ante la ventana de la majestuosa casa de la joven bayamesa María de la Luz Vázquez y Moreno, o sencillamente Luz Vázquez, como pasaría a la memoria de los cubanos.

Aquella primigenia canción colocó a Bayamo en un lugar especial en la música cubana y quizás por eso no resulte sorprendente encontrar hoy, entre las calles de la llamada Cuna de la Nacionalidad, voces privilegiadas que recogen la tradición cancionística local.

En la ciudad de Luz Vázquez, relativamente cerca de la ventana donde cantaron aquellos trasnochadores, vive Rosalia Valdés Medel, una niña de ocho años y un cuerpecito menudo, casi escuálido, que no permite intuir una voz potente y afinada que despierta la admiración entre quienes la escuchan cuando interpreta una canción infantil o patriótica.

El gusto por la canción y esa exquisita afinación quizás le llegaron por vía materna, porque su mamá Noelvis, cuando estaba embarazada, le cantaba a la hija por venir un repertorio infantil que interpretaba con buena voz.

“Mi papá canta mejor”, dice Rosalia y suelta una risa pícara, mientras los ojos almendrados se le achican.

La niña anda en los trajines musicales desde los cinco años, cuando la instructora de arte de la Escuela Idalberto Tamayo, al descubrir el talento innato, la envió a la Casa de la Cultura 20 de Octubre, una institución ubicada en un inmueble, que como casi todo en Bayamo, también guarda una rica historia pues allí nació el patriota Donato Mármol.

En la Casa de la Cultura bayamesa sus dotes la llevaron rápido a integrar el coro Ismaelillo, a cuyas clases de canto asiste disciplinadamente desde entonces cada miércoles, a las siete de la noche.

Pero la cristalina voz de Rosalia a cada rato se escapa de la amalgama coral para presentarse como solista, algo que hizo en mayo del pasado año cuando, en la XVI edición del Concurso de creación musical infantil “Reparador de Sueño”, defendió la obra “El regalo de mi abuela”, de la compositora Maritza Estrada.

En ese concurso bayamés, que es considerado por muchos como el antecedente del Festival nacional de música infantil “Cantándole al sol”, alcanzó el tercer lugar, solo superada por dos adolescentes mayores que ella.

Ahora se prepara para la apertura del próximo Congreso de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, un evento para el que fue invitada después de que algunos de los organizadores la escucharan en un acto en Bayamo.

A la altura de su corta edad, Rosalia todavía no define su futuro y no sabe a qué se dedicará en el porvenir, aunque la única certeza que tiene es que ama cantar. Ojalá conserve ese amor y con su voz rinda homenaje a aquellos que la antecedieron y una noche lejana entonaron por primera vez La Bayamesa.