General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejo de Estado y de Ministros, Primer Secretario del Comité Central del Partido;

Combatientes y trabajadores civiles del Ministerio del Interior;

Compañeras y compañeros:

En un día como hoy, nuestro primer recuerdo, y sobre todo el compromiso de ser fieles a su ejemplo, para los caídos en combate frontal ante el enemigo o como consecuencia de sus actos terroristas; para quienes ofrendaron sus vidas en el cumplimiento del deber, y para todos aquellos que de forma anónima aportaron toda su inteligencia y energías a defender la Patria.

El 6 de junio de 1961 la Revolución decidió crear el Ministerio del Interior. Nuestro pueblo había alcanzado su de­finitiva independencia, pero apenas iniciaba la titánica tarea de edificar una sociedad justa, en medio de enormes peligros e incontables dificultades. Aún no habían transcurrido dos meses de la victoria en Playa Girón, a la que contribuyó de modo importante el desmantelamiento por nuestros incipientes órganos de la Seguridad del Estado, de las redes de la contrarrevolución interna organizadas por la CIA, pero ya el imperio se esforzaba por tomar revancha de su primera gran derrota militar en este continente.

La realidad imponía dar mayor organización e integralidad a las tareas encaminadas a garantizar la seguridad del Estado, proteger la vida de los líderes de la Revolución, preservar el patrimonio de la nación y de cada cubano, y asegurar el orden interior y la tranquilidad ciudadana, todos imprescindibles para avan­zar en el camino elegido por nuestro pueblo: la construcción del socialismo. A los primeros veteranos del Ejér­cito Re­belde y la lucha clandestina se fueron sumando nuevos combatientes, tal como continúa ocurriendo hasta el presente.

Desde entonces, con la acertada di­rección, incluida la crítica oportuna cuan­do ha sido necesario, del Co­man­dante en Jefe y del General de Ejército Raúl Castro Ruz, en cada batalla, en ca­da tarea grande o pequeña emprendida por la Revolución, han estado presentes, con modestia y sencillez, los integrantes del Ministerio del Interior, en estrecha unión con sus hermanos de trinchera de las Fuerzas Armadas Revo­lucionarias, siempre junto a nuestro heroico pueblo y conscientes de que sin él ninguna victoria es posible.

Ahí radica la clave de la incapacidad de derrotarnos de nuestro poderoso enemigo, aunque no ha dudado en emplear las armas más sucias sin el menor escrúpulo. Por eso nuestra patria venció a las bandas de criminales dirigidas y pertrechadas por el imperialismo; es la razón que explica la desarticulación de cada uno de los planes de asesinato de los principales dirigentes de la Re­vo­lu­ción; la causa fundamental del exitoso rechazo de los cientos de ataques piratas y acciones terroristas, y de los particularmente inhumanos actos de guerra biológica, en fin, de cada uno de los miles de intentos fallidos de poner a Cuba de rodillas.

La unión monolítica de nuestro pueblo ha sido igualmente decisiva en el cumplimiento de las misiones internacionalistas, en la liquidación de las consecuencias de los desastres naturales y de otro tipo, y en el enfrentamiento a los momentos más difíciles del periodo es­pecial, por solo citar algunos hitos de esa larga cadena de heroísmo cotidiano.

Parecen dichas hoy las palabras de nuestro Co­man­dante en Jefe en el aniversario 15 del Ministerio del In­terior, en 1976.

Alertó que con el decrecimiento de las acciones abiertamente terroristas, au­mentaba la relevancia del enfrentamiento a las permanentes y variadas formas de subversión ideológica, desde las burdas hasta las más sutiles. Igual­mente la importancia del combate al delito, que también contribuye de mo­do apreciable a los propósitos del enemigo, aunque quien lo cometa no sea consciente de ello; otras veces sí, en no pocas ocasiones contrarrevolución y de­lincuencia coinciden en la misma persona.

Contra el delito hay que actuar todos los días y con mucho dinamismo e inteligencia, bajo la guía de lo ex­presado por el compañero Fidel, en la conmemoración del aniversario 40 de la Policía Nacional Revo­lu­cionaria: “Vencer el delito no significa el sueño de que el delito desaparezca de la faz de nuestra sociedad, sino reducirlo a aquella mínima expresión que resulte incapaz de golpear económicamente, de manera grave, y políticamente, también de ma­nera grave, a la Revolución”.

Compañeras y compañeros:

Es muy importante conocer la historia, el legado de quienes nos antecedieron. No para vanagloriarse y mucho me­nos echarse a dormir bajo los laureles de los méritos acumulados, sino co­mo acicate para cumplir el deber en el pre-
sente.

Y son muchas y decisivas las tareas actuales. Las resume lo planteado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz en la Asamblea Nacional del Poder Po­pular, el 7 de julio del 2013: reforzar re­suel­ta­men­te las acciones para enfrentar el delito en todas sus manifestaciones, fundamentalmente contra el patrimonio, que son aquellas que más afectan a la población, las ilegalidades e indisciplinas sociales, con énfasis en las que laceran conquistas de la Revolución, co­mo la droga, la prostitución y la co­rrupción.

Sin duda, se ha combatido y combate en todos esos frentes, pero aunque se aprecian modestos avances, los resultados son aún insuficientes. Así lo hemos evaluado.

Ustedes conocen mejor que yo las reservas de eficacia y eficiencia existentes en cada una de las tareas que cumple el Ministerio del Interior, todas importantes.

Resulta estratégico además mantener y hacer cada vez más efectiva, la vigilancia que permita sellar a tiempo la más mínima fisura, que impida puedan ganar espacio en sus filas males hoy presentes en la sociedad. El principal antídoto contra los mismos se resume en tres palabras que repite con frecuencia el compañero Raúl: exigencia, disciplina y control.

No significa desconfiar de nadie, al contrario, es la única forma de consolidar la confianza verdadera, que nada tiene que ver con la desidia, la negligencia o al menos la ingenuidad. El deber de cada jefe, de cada militante y revolucionario, es estar permanentemente aler­ta y ac­tuar con energía ante las primeras manifestaciones de cualquier con­ducta que atente contra el crédito y el honor tan justamente ganado por va­rias generaciones de combatientes del Ministerio del In­terior.

Y a sus jóvenes integrantes les digo con absoluta convicción, que los retos y tareas del presente siguen siendo tan grandes como los de hace 55 años, por no decir mayores.

El planeta del que necesariamente formamos parte, hoy resulta mucho más complejo en muchos sentidos.

Conductas y actitudes que hace apenas unas décadas recibían rechazo universal, como el consumo de drogas, la vio­lencia, el soborno a funcionarios pú­blicos y la corrupción, por solo mencionar algunas, se van convirtiendo en cotidianas en muchos países, incluidos desafortunadamente aquellos que llevan la voz cantante en la generación de productos de entretenimiento o supuestamente informativos, que gracias a un impresionante derroche de tecnología y recursos, pese a su banalidad logran ganar espacio entre muchas personas, en particular niños y jóvenes.

Vivimos en un mundo donde la crisis económica es prácticamente lo habitual, y en tan desventajosas condiciones, en­frentamos el reto de actualizar nuestro modelo económico, de forma que garantice construir un socialismo próspero y sostenible.

Ello exige considerables transformaciones en los ámbitos económico y so­cial, y aunque como ha ratificado en va­rias ocasiones el Primer Secretario de nuestro Partido, en Cuba nadie quedará desamparado, la sociedad se hará más heterogénea respecto a los actores económicos y a los ingresos personales, cues­tiones que repercuten de una for­ma u otra en la conducta y el pensamiento del ser humano.

El compañero Fidel, en su histórica intervención dirigida a los jóvenes en la Universidad de La Habana, el 17 de no­viembre de 2005, nos lo dijo con ab­soluta claridad y crudeza: “Este país pue­de autodestruirse por sí mismo; esta Re­volución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”.

El enemigo también ve esa alternativa, ante el fracaso de cuanto hizo hasta ahora. Ha declarado públicamente su propósito de revertir la Revolución acudiendo a vías más sutiles y edulcoradas para fomentar las que considera fuentes de autodestrucción. Y no se ha limitado a decirlo, de inmediato se ha dedicado a hacerlo en cuanta oportunidad ha tenido.

Incluida la asombrosa invitación a olvidarnos de nuestra gloriosa historia, es decir, a traicionar a nuestros héroes y mártires; a echar a un lado los esfuerzos y sacrificios de millones de cubanos. ¡No acaban de aprender qué clase de pueblo es este!

Pero tampoco nosotros podemos de­jar de aprender un solo momento. So­bre todo a actuar con eficacia en un escenario que cambia con gran dinamismo, don­de la solución válida ayer, puede que no lo sea hoy. Vigilantes a todo aquello que atente contra la unidad nacional o la justicia social, pilares de nuestro socialismo.

No reaccionar con la prontitud que un problema requiere, ya sea por ingenuidad, o peor aún, por descuido, desidia o indiferencia, puede costar muy caro a nuestro pueblo.

Para ello solo existe una brújula segura: escuchar la opinión de la base y tenerla en cuenta; analizar cada asunto de manera detallada, los pro y los contra de cada acción, siempre sobre la base de los principios.

Con la convicción de que —como dijo el compañero Raúl en el 7mo. Congreso del Partido— en estos momentos no hay nada peor ante algo que afecte a nuestro pueblo, que permanecer cruzado de brazos o mirar hacia el otro lado en presencia de un problema.

El Informe Central al 7mo. Congreso del Partido expresa: “El desarrollo de la economía nacional, junto a la lucha por la paz y la firmeza ideológica, constituyen las principales misiones del Partido”.

A propósito, este documento requiere un estudio profundo no solo por la trascendencia de su contenido, sino porque constituye un ejemplo práctico de cómo deben ser los análisis: reconocer los avances, pero también señalar de forma clara y valiente las deficiencias y los responsables de estas. Ese es el principal fruto que podemos sacar de cualquier error cometido.

La preparación profesional y el resto de los conocimientos resultan importantes y muy necesarios, pero mucho más lo son los valores morales, la ética, la honradez, la austeridad, la firmeza ideológica y la valentía política, la permanente disposición a buscarse cuanto problema haga falta en aras de cumplir el deber. Así lo hicieron los fundadores del Ministerio del Interior, algunos prácticamente analfabetos y con la única experiencia de guerrilleros o combatientes clandestinos. Esa actitud constituye el mayor tesoro de esta institución. ¡Cuí­denlo como la niña de sus ojos!

Tengan siempre presente lo que les dijo hace hoy exactamente 30 años, nuestro Comandante en Jefe: “…ser mo­delo, ser ejemplo, cuidar su prestigio, su moral, su imagen (…) que siempre se diga ‘…este hombre que está frente a mí es del Ministerio del Interior; lo respeto y lo tengo que respetar, no solo porque ostenta la autoridad legal, sino porque es un hombre íntegro, intachable, insobornable y porque tiene la confianza, el cariño y el apoyo de todo el pueblo’”.

Ser consecuente con esas palabras es el más preciado regalo a nuestro líder histórico en su 90 cumpleaños y la mejor manera de defender la convicción que él expresara en el 7mo. Congreso del Par­ti­do: “¡El pueblo cubano vencerá!”.

¡Viva el Partido Comunista de Cuba!
¡Vivan Fidel y Raúl!
¡Gloria a los héroes y mártires de la Patria!

¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!

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