Es difícil imaginar que donde hoy se erige la moderna y eficiente ronera San José había, apenas hace unos años, un subutilizado terreno de 20 hectáreas perteneciente a la Empresa Pecuaria Valle del Perú y donde vivían tres o cuatro familias de campesinos.

Una inversión de 60 millones de dólares permitió la edificación de esta fábrica, inaugurada el 7 de enero de 1997 y administrada por la empresa mixta Havana Club International S.A., una sociedad creada cuatro años antes por la estatal Corporación CubaRon y el Grupo francés Pernod Ricard.

A unos 30 kilómetros al sureste de La Habana, en plena llanura de Mayabeque, está la mayor planta de procesamiento de ron del mundo, donde se fabrican los rones oscuros ligeros comercializados bajo la marca Havana Club en más de 120 países y convertidos en uno de los principales rubros cubanos de exportación.

Una destilería, áreas de añejamiento y mezcla y una embotelladora, conforman la planta de una moderna tecnología y capaz de procesar cada día 30 mil litros de la bebida más emblemática de la isla, donde la elaboración del ron tiene una historia de más de 150 años.

En la planta se elaboran ocho tipos de rones. Foto: Raúl Menchaca

En la planta se elaboran ocho tipos de rones, clasificados de acuerdo con la mezcla y el tiempo de añejamiento, una decisión que pasa por la pericia de los Maestros roneros, un reducido grupo de expertos, que no suma la decena en todo el país y guarda los secretos de la gustada bebida.

En 1995 solo se producían cerca de 500 mil cajas de nueve litros de Havana Club -una medida standard en el mercado internacional- pero la fábrica ha mantenido un sostenido crecimiento durante la década para cerrar el 2016 con la venta de 4,2 millones de cajas, cifra que hace brillar los ojos de Yaima Rodríguez, la especialista en Comunicación de la ronera.

Ahora la planta busca mantener ese sostenido crecimiento productivo y para eso, con otra millonaria inversión, prepara dos nuevas naves de añejamiento, para sumar ocho; así como una tercera línea de embotellado, además de la expansión de las áreas destinadas al almacenamiento de materias primas y productos terminados.

“Somos la cuna del ron ligero”, dice Rodríguez con orgullo mientras explica el largo proceso de elaboración de esa bebida, que se obtiene como subproducto del procesamiento de la caña de azúcar, una industria que en Cuba también tiene una tradición centenaria.

Yaima Rodríguez, especialista en Comunicación de la ronera. Foto: Raúl Menchaca

En las naves de la fábrica hay miles de barriles, alineados con exquisita simetría, donde la bebida se añeja y mezcla de forma natural, sin aditivo químico alguno para acelerar el proceso o variar el gusto o modificar el color.

Todos los rones tienen como base un aguardiente fuerte, que tiene entre 74 y 76 grados de alcohol y que se saca del añejamiento durante dos años de la mezcla que sale de la destilería. (+Audio)

Después, sucesivas mezclas con agua y destilado de caña, además de más años de añejo en los toneles de roble blanco americano, permiten refinar la bebida, un proceso en el que se pierde cada vez entre el seis y el siete por ciento de la mezcla. (+Audio)

Pero la última palabra siempre la tienen los Maestros roneros, únicos capaces de concebir una nueva mezcla en los barriles de roble blanco americano de donde saldrá el ron soñado, cuya fórmula se conserva “bajo siete sellos”. (+Audio)

Havana Club ha mantenido un sostenido crecimiento para cerrar el 2016 con la venta de 4,2 millones de cajas.

Pero el secreto del ron cubano es fácil de colegir: a la exquisita melaza de la caña de azúcar se unen las puras aguas del sistema hidrográfico Jaruco-Mampostón y la experiencia y consagración de los trabajadores de la ronera San José.

Por eso, en la actualidad el ron Havana Club ocupa el lugar 21 del ranking mundial de los cien productores de bebidas espirituosas, que elabora la revista especializada Drink International, y todo eso sin poder acceder al mercado de Estados Unidos, que genera el 40 por ciento de la demanda internacional.

Pero el secreto del ron cubano es fácil de colegir: a la exquisita melaza de la caña de azúcar se unen las puras aguas del sistema hidrográfico Jaruco-Mampostón y la experiencia y consagración de los trabajadores de la ronera San José.

El tupido entramado de leyes que conforman el bloqueo de Washington contra Cuba, aplicado desde hace más de medio siglo, prohíbe la venta de productos cubanos en territorio norteamericano, pero Habana Club International ya ha tomado sus previsiones.

Desde hace unos años, la empresa desarrolló la marca, Habanista, para en el momento en que sea necesario poder vender en Estados Unidos un ron con los mismos atributos de Havana Club pero con otro nombre.

En las naves de la fábrica hay miles de barriles, alineados con exquisita simetría. Foto: Raúl Menchaca

Según empresarios de la firma, entonces se podrían exportar cada año al mercado estadounidense, sin ninguna dificultad, una cifra superior a los dos millones de cajas de Havana Club, con la ventaja adicional que ofrece para Cuba la cercanía geográfica de ese espacio comercial.

Pero mientras eso llega, Yaima Rodríguez, como los otros 550 trabajadores de la firma, continúan poniendo toda su pasión y entrega para que la ronera San José siga siendo la cuna del ron cubano.