Médicos cubanos trabajan en las comunidades más pobres y apartadas

La Habana, Cuba. – Primero fue en el Brasil del inefable Jair Bolsonaro, después en ese extraño Ecuador y ahora en la amotinada Bolivia.

El guión contra la colaboración médica cubana parece calcado por gobiernos distantes geográficamente, pero peligrosamente cercanos en lo político. Ensuciar las batas de nuestros médicos y enfermeras parece ser la nueva moda de quienes quieren congraciarse con la Casa Blanca de Donald Trump.

Lo cierto es que siempre tratan de implicar a nuestros profesionales de la salud en los asuntos internos de esas naciones, sobre todo si hay algún enredo en términos políticos o hay manifestaciones contra el gobierno.

La otra modalidad, la utilizada por Bolsonaro, es decir que son esclavos de una cruel dictadura que no les paga ni los salarios. Es el clásico, miente que algo quedará.

El trabajo sucio

Entre algunos gobiernos latinoamericanos parece florecer una lacayuna vocación de hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos en los ataques contra Cuba.

Esa actitud es casi una puñalada trapera, ahora que la Administración Trump refuerza el muro del bloqueo. Pero lo más doloroso, más allá de la calumnia contra nuestros médicos, es el hecho de que son los sectores más vulnerables los que quedan desprotegidos al retirarse nuestros colaboradores.

Por eso, en definitiva lo que hacen esos gobiernos es atentar contra sus propios ciudadanos, con una actitud medio disparatada que solo se explica desde el servilismo.

A pesar de los engaños y las falsas justificaciones, Cuba tiene una cooperación médica sin manchas que no pueden ensuciar, ni aunque se lo propongan.