Niños jugando a la pelota. Foto tomada de Radio 26

Vaysel toma la pelota y hace un estilizado wine-up. Lanza con poca fuerza y Yunieski conecta una línea sólida, que por lo menos sería jit en cualquier terreno, pero que va a estrellarse contra una ventana de aluminio del edificio aledaño al parque, después de pasar rozando la cabeza de una señora con una jaba.

Los gritos soeces de la mujer no se hacen esperar y los muchachos, con absoluto irrespeto, devuelven los improperios, como si aquel sitio de público reposo fuera el peor estercolero del planeta.

Desde el edificio, un hombre increpa también fuerte a los aspirantes a peloteros con calificativos impublicables. Todos vociferan, cada uno más alto, para tratar de imponer su razón.

Ninguno es capaz de ponerse en el lugar del otro o de razonar de manera civilizada en un suceso motivado por la falta de disciplina, e incluso de sentido común.

Cromañones de hoy

Niños jugando a la pelota en parque de La Habana Vieja. Foto Cubadebate

Los parques citadinos no han sido diseñados como estadios, sino como lugares de tranquilo esparcimiento ciudadano. Que los niños jueguen en ellos, es casi una regularidad social, pero es impasable que muchachones que dejaron atrás la adolescencia, muestren allí sus dotes deportivas, muchas veces poniendo en riesgo la integridad de otros.

Por otro lado, resolver los problemas a gritos, sin ni siquiera entender que se está en la calle, es retroceder en la espiral del desarrollo humano. Dolorosamente, el maleficio de la crisis económica no solo ha sido material, sino también espiritual y muchos se comportan hoy como verdaderos cromañones.

Las familias son las principales responsables de las actitudes de sus miembros, quienes también tendrán que enfrentar la acción de las instituciones cuando sobrepasen los límites de la conducta ciudadana.