A estas alturas del juego, es evidente que para buena parte de la sociedad brasileña, la elección de Jair Bolsonaro para presidente del país ha sido uno de los peores baches políticos en el devenir del gigante sudamericano.

Desde luego, en ello suma una nada bien intencionada campaña masiva de descrédito contra la izquierda, que a pesar de sus sonados logros al frente de la nación, no pudo contrarrestar los golpes de la derecha y sus aliados externos.

Una lección sin dudas para los desplazados mediante falsas campañas, y para aquellos segmentos que se tragaron semejantes historietas.

Estos digirieron sin mayores cuestionamientos la bazofia demagógica de los que hoy detentan el gobierno de una manera despótica, brutal, y totalmente alejada de las urgencias y necesidades de la mayoría.

De las realidades

Jair Bolsonaro se estrenó en el gobierno haciendo todo lo posible -por motivos políticos- para acabar con la cobertura de salud que brindaban las brigadas médicas cubanas, lo que abrió de forma anticipada la brecha sanitaria para que hoy Brasil sea de las naciones más golpeadas por la Covid-19 a escala planetaria.

Por demás, ha hecho burla de la enfermedad, que ya contagia a más de un millónde brasileños y matado a decenas de miles.

Mientras, personalmente critica las más elementales medidas de protección, desde el nasobuco hasta el aislamiento preventivo, las cuales además incumple consuetudinariamente como ciudadano.

Eso sin contar sus antecedentes neoliberales en materia económica, y sus rasgos fascistas y racistas abiertamente declarados.

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