La Habana, Cuba. – Hay un viejo y castizo proverbio español que asegura que pagan justos por pecadores. Es una frase cuyo origen se pierde en la bruma del tiempo, pero que viene como anillo al dedo a los últimos acontecimientos en La Habana, donde la negligencia y la irresponsabilidad se mezclaron para disparar el número de infectados con el nuevo coronavirus.

La aplicación de las medidas para regresar a la nueva normalidad, lejos de significar una mejora en la vida cotidiana, generó un ambiente de relajamiento que dio al traste con la intención de las autoridades y el deseo de la mayoría.

Como ha pasado en muchos lugares, en La Habana reapareció la enfermedad con particular fuerza y todo el colosal esfuerzo anterior quedó en riesgo.

Ahora, no ha quedado más remedio que regresar al distanciamiento físico y el aislamiento social. 

Tarea colectiva

De poco sirve que la mayoría se cuide y cumpla con todas las medidas sanitarias, si otros se comportan como si la Covid-19 fuera un simple catarrito estacional.

Esa actitud, que en última instancia compromete la vida, además apunta contra la ya maltrecha economía nacional, pues el crecimiento de los casos siempre genera un aumento de los gastos de salud.

Atajar la pandemia y hacer bajar la curva de contagios, es una necesaria tarea conjunta. En ella están involucradas las instituciones, pero también la ciudadanía que tiene el deber, o mejor dicho la obligación, de cumplir las medidas sanitarias en vigor. 

No se puede permitir que se repita el retroceso ocurrido en La Habana, donde el nuevo coronavirus bebe de la negligencia y la irresponsabilidad, dos perniciosos ingredientes para componer un coctel mortal. 

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