Un grupo de jóvenes revolucionarios, liderados por Fidel Castro, protagonizó una nueva página en la historia de Cuba

La Habana, Cuba. – Basta pararse hoy ante los muros del Moncada para comprender la osadía de aquellos jóvenes comandados por Fidel que se lanzaron contra un ejército infinitamente más grande y mejor armado.

Los muros del cuartel son solo un símil. El verdadero muro que trataron entonces de echar abajo contenía a una nación corroída por la desigualdad, la represión, la corrupción y el entreguismo.

Por eso, el asalto nunca tuvo un plan de retirada. Era, como alguna vez dijo Haydée Santamaría, pelear hasta la última bala. Parecía un sueño de enfebrecidos que desafiaron el orden imperante, pero Fidel tenía muy claro el fin estratégico de la acción.

Compañeros, si vencen, mañana será lo que aspiró Martí, si no, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, proclamó en la Granjita Siboney antes de salir a tomar el alba por asalto.

La savia nueva

Jóvenes eran quienes acompañaron a Fidel en la hombradía del Moncada. Salvo algunos, la mayoría andaba por los 20 y pocos años y otros eran casi niños, como Ramón Pez Ferro que tenía 19.

Ellos dejaron a un lado sus anhelos personales para entregarse a la ilusión de la Patria nueva a riesgo de perder la vida.

Esos jóvenes eran iguales a los que hoy están en cualquier rincón de Cuba, con sueños y aspiraciones. Por eso, es precisamente esa sangre nueva la convocada a continuar ahora una obra que busca perfeccionarse en la ansiada prosperidad de un proyecto socio-político con raíces de 150 años.

Hoy para la juventud hay un Moncada nuevo, que tiene muros en apariencia insalvables, pero que requiere de similares sacrificios para hacer posible la utopía.