La Habana, Cuba. El ascenso al poder de Donald Trump fue visto por muchos con incredulidad hace cuatro años, una sensación que se ha mantenido viva hasta ahora.

Esa impresión se reafirmó con el reciente debate entre Trump y el candidato demócrata Joe Biden, que debía ser una discusión de ideas programáticas para el futuro gobierno y se convirtió en una bochornosa bronca de barrio.

Durante hora y media, ambos pretendientes se interrumpieron y ofendieron a gritos, violaron las reglas del debate y hasta pasaron por alto los principales problemas del país.

La caótica discusión, además televisada de costa a costa, es para muchos analistas el peor espectáculo que podía presenciar un país atribulado por el cruento golpe del nuevo coronavirus.

Doloroso, indecente, degradante… fueron algunos de los calificativos que más tarde empleó la prensa estadounidense.

Poca altura

Ni Biden, ni mucho menos Trump, ofrecieron una imagen de estadista en el reciente debate presidencial, aunque fue el actual mandatario quien llevó a su contendiente a un terreno resbaladizo, de mentiras, gritos y ataques personales.

Y fue un mal show televisado que poco pudo influir en el electorado con dos dedos de frente, pero que sobre todo dejó en claro el rumbo actual de la política estadounidense.

Los 200 mil muertos por la COVID-19 casi quedaron fuera de la discusión. No hubo ni un atisbo de un plan económico y nadie sabe a ciencia cierta qué hará Trump si pierde las elecciones del tres de noviembre.

Todo parece indicar que esos comicios serán muy reñidos y sus resultados son difíciles de predecir, pero visto lo visto hay un alto riesgo de que Estados Unidos vuelva a perder.

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