La Habana, Cuba.-  Entre Donald Trump, Marco Rubio y Mario Díaz-Balart acaban de resucitar a un muerto. El llamado exilio histórico, los mercenarios apaleados en Playa Girón, vuelven renqueando a la primera línea de enfrentamiento a la Revolución Cubana.

Ya se vió el viernes último cuando ellos, que representan a la más rancia derecha miamera, arroparon a un presidente que parecía más un payaso que un estadista.

Claro que desde el podio sonaba música para sus oídos y no solo en términos de oratoria, sino salida de un violín que ejecutaba nada menos que el Star Spangled Banner, el himno de Estados Unidos.

Quisieron tener un símbolo de libertad y lo que les salió fue puro lacayismo ¿Cómo van a tocar el himno norteamericano en un acto que se suponía sería por la libertad de Cuba?.. Narciso López estaría encantado en su tumba.

Dios los cría

Los envejecidos mercenarios de Playa Girón buscan ahora refuerzo, incluso en las calles cubanas. Por eso, un grupito estuvo en el acto del viernes junto a Trump, sentados en lugares preferenciales, mejores que la platea baja.

Era una mezcla extraña entre ancianos que trataban de posar de fieros y otros más jóvenes que pasan de listos.

Al final, lo único que los une es el deseo de derrotar a una Revolución que durante más de medio siglo ha enfrentado con éxito a un enemigo poderoso.

Ni antes, cuando la bronca era a tiros, ni ahora, que se requiere de argumentos e inteligencia, han podido cambiar el ordenamiento que llegó con la alborada de 1959.

Por eso, reactivar el llamado exilio histórico, que en Miami se comportó histérico, es apenas una evidencia de la agonía de un grupo, cuyos estertores son el pataleo de un ahorcado.

 

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