El 26 de julio de 1953 la historia de Cuba sintió una sacudida. En Santiago de Cuba un grupo de jóvenes intentó tomar el cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar del país, con una acción simultánea en Bayamo.

Imponderables condujeron al fracaso de la operación. Muchos asaltantes fueron masacrados.

Otros, condenados a prisión. Fidel Castro, un abogado de 26 años, nucleó a un centenar de jóvenes que, como él, llevaban en lo más hondo la prédica martiana y sin vacilar se ofrecieron para el sacrificio supremo por su patria, entonces adormecida.

Aquel puñado de hombres bravíos quiso desatar la inmensa fuerza del pueblo, capaz de derrotar la dictadura batistiana.

No fue afán de gloria, ni mucho menos ambiciones personales. Pensábamos en la lucha, en la Revolución en sí misma, diría Fidel sobre las acciones de ese día.

Reveses en victorias

Hace 64 años se puso en marcha la Revolución dejada inconclusa por Céspedes, Martí, Maceo, Mella y Villena. El asalto al Moncada tuvo un resultado adverso. Pero Fidel siguió convocando al combate. Y del exilio regresó en la expedición del Granma con 82 hombres.

Una fuerza diezmada tras el desembarco. Sólo siete armas pudieron reunirse entonces en la Sierra Maestra para empezar la guerra decisiva que llevó al triunfo revolucionario nacido del pueblo.

Fue Fidel quien supo vertebrar un movimiento independiente y ajeno a politiqueros corrompidos y pro-imperialistas, y desencadenar la insurrección popular armada.

El Moncada fue el duro comienzo en el camino escogido para darle a Cuba la independencia definitiva y enraizar en la conciencia nacional los valores de una sociedad justa, revolucionaria y socialista.